Colegios, clanes y pureza de sangre

Para continuar con las banalidades, acabo de leer en Soho un artículo titulado "Guerra de Colegios: Moderno Vs Campestre". No se si en otras latitudes el tema de los colegios sea tan importante como por estas tierras. Mis primas y sus amigas, por ejemplo, sufren montones pensando en el futuro colegio de sus hijos y se comparten tips sobre que decir en las entrevistas. La paranoia cunde. Será que Miss Robinson nos ayuda, hay que llamar a paquito que esta en la junta. La Junta, oigo esa palabra a cada rato, con las también sonoras palanca y bono.

He oído que en algunos de estos templos del saber se exige que los padres hablen inglés con acento de "The Hamptons" o que presenten el árbol genealógico para demostrar la pureza de sangre. Nada de apellidos con aires muiscas como Piraquive, Tautiva o Ajiaco. Nada de niños pardos o con religiones raras. Nada de papás con ideas heterodoxas.

Así como un Rolex sirve para mucho más que para dar la hora, un colegio sirve para mucho más que para transferir conocimientos. Sirve, por ejemplo, para que los papás se sientan parte de una clase social elevada y para que sus hijos se relacionen con gente "decente". Y cuando digo decente, realmente quiero decir rico, pero no nuevo rico, porque eso de ser nuevo rico es peor que ser pobre. En este país la plata todavía no lo compra todo.

Caray, que rojo me he vuelto. Ya dirán que soy un resentido, pero que hacemos, en Bogotá los Colegios son un fenómeno de lo más premoderno. O el premoderno es uno, que como Soho, todavía no supera el tema.