viernes, 27 de julio de 2007

La democracia de Talk Show

Dos profesores británicos: Blumler y Kavanagh, publicaron en 1999 un paper sobre los cambios que se han presentado en la comunicación política en la última mitad de siglo. Señalan, entre otras cosas, la ruptura con la comunicación acartonada y formal (top-down) que caracterizó la forma en la que los políticos ingleses se acercaban a su público en los primeros años de la pos-guerra. La nueva comunicación seria entonces más amigable y más cercana al entretenimiento que a la cátedra sacerdotal.

Para los críticos de siempre, esta transformación de la comunicación fue realmente una banalización de la política, una degradación de la democracia y, nuevamente, un síntoma de la decadencia del capitalismo. Para otros, la llegada del neopopulismo. Es difícil sustraerse a esta crítica cuando uno ve a Uribe montando un caballo de paso con un tinto en la mano, a Bucaram bailando merengue en la tarima de un mitin político, o a Chávez manoteando en una aló presidente mientras come dulce de papaya vestido con su apretada camisa roja rojita. Esta falta de "elegancia" nos indigna tanto como los realities chabacanos o el programa sweet. Pero ¿tiene algo de bueno?

La política es en últimas, un show. El gobernante (o el aspirante) debe ganarse a la audiencia para legitimar sus actuaciones. Para esto requiere los mismos ingredientes que hacen de una historia una buena historia: drama, conflicto, novedad, eventos coloridos, estrategias y personalidades interesantes. Los mismos ingredientes que hacen que la gente no cambie el canal cuando esta viendo a Oprah, a Cristina o a Laura en América.

El presidente Uribe es un maestro en el arte de la democracia de talk-show. Ha recorrido el país con carriel al hombro, sombrero vueltiao o ruana, dependiendo de la audiencia. Lo han visto en Puerto Asís, Barrancas, Acacias, Málaga, Tumaco, Yarumal, Turbo, Quibdó, Mompós, Pitalito, entre otros. No hay departamento en el que no se haya armado el show de los consejos comunales. En el show hace el papel de Oprah. Da y quita la palabra, regaña a los ministros, habla por teléfono, usa diminutivos y repite las palabras Dios y Patria muchas veces. Resultado: a la gente le encanta.

El auditorio se siente conectado con el Presidente. Lo siente como a un igual, un mortal idéntico o a cualquiera de ellos y no un señorito entaconado que nunca ha pisado tierra caliente. Termina el show, y sigue el show. Después del Consejo volea machete o se baña en la quebrada con la gente del pueblo. Resultado: a la gente le gusta mucho más y la popularidad se va a la estratosfera.

Con Chávez, Fujimori, Correa o Lula la cosa va por el mismo lado. Entretenimiento y popularidad, cercanía, chabacanería. Pan y Circo; o sólo circo. El mandatario se acerca a la gente, se siente y aumenta la confianza.

Como dije en párrafos anteriores, esta implementación de la comunicación genera también sus problemas (muy graves, por cierto), como lo han señalado muchos críticos. Le dejo a los críticos su crítica, a mi me gusta una buena historia.

2 comentarios:

Camilo Isaza Herrera dijo...

Lo que es chistoso de las bañadas del presidente en el rio y de las trotadas por central park es que no son paparazzis (como se escriba esa vaina) quienes toman las fotos, el presidente lo hace a propósito pa que lo vean como una vedette (como se escriba esa vaina)

Anónimo dijo...

Qué va del talk show al "populismo"? Creo que la segunda es una categoria digna de mayor ampliacion. Sobre la primera, habra que leer el articulo referido. Lo entiendo a primera vista como una nueva estrategia mediatica por parte de los politicos.

saludos

o-lu