La Bogotá de los extranjeros
"En principio, a todo extranjero se le considera bien venido a Colombia y, en tanto que respete las leyes y no se inmiscuya en los asuntos internos del país, es objeto de excelente acogida y de toda clase de consideraciones". Escribe en su diario Ernst Rothisberger, un suizo que llegó a Colombia hace más de cien años. Hoy, como hace un siglo, los extranjeros que visitan o viven en Bogotá siguen escribiendo sobre la ciudad y su gente. En cien o más años algunas percepciones sobre la ciudad han cambiado, otras, no tanto.
Según Isaac Holton, quien visitó la ciudad en 1850, "La primera (impresión al visitar Bogotá) la siente la planta de los pies y no es nada agradable. Uno tiene la sensación de que Bogotá lo está tratando como a una bestia de carga, obligándolo a competir con las recuas de mulas por los andenes empedrados". El resto de la crónica de Mr Holton viene en la misma tónica, Bogotá es una ciudad fria y sucia en donde la gente vive metida en sus casas y tiene un carácter taciturno con chispas de humor. Sobre este tema, escribe hoy, en el siglo XXI, el autor del blog "marginal revolution":Dark clothes, especially black, are the default style, but not in a Will Wilkinson cool hipster sort of way. Rather the message is "it rains here a lot and it is cool and foggy and we have endured centuries of violence, so why wear floral pink?" The bowler hat, however, is now passe. Pero las cosas no siempre fueron así, un visitante sueco de principios de Siglo XIX se horrorizaba por el colorido guacamayesco de los militares bogotanos: "Sin desear polemizar, considero que los referidos trajes están recargados de costuras, colores y adornos policromos, para lo cual hacen resaltar demasiado el oro, la plata, las medallas, los botones, etc., en una mezcla tan brillante como ridícula, a lo cual se agregan sus gorros y sombreros de tres puntas con penachos y plumas de excesivo colorido. Nunca vi a estos personajes sin pensar si esta manía de vestirse tan multicolor y brillante pudiera ser considerada como una de las consecuencias del trópico, lugar en donde se manifiesta esta variedad en los animales y las personas. "
Otros cronistas decimonónicos escriben sobre las virtudes del bogotano, o mejor, del cachaco. Según Miguel Cané "Lo que los españoles y nosotros llamamos calavera, se llama cachaco en Bogotá. El cachaco es el calavera de buen tono, alegre, decidor, con entusiasmo comunicativo, capaz de hacer bailar una ronda infernal á diez esfinges egipcias, organizador de las cuadrillas de á caballo en la plaza, el día nacional, dispuesto á hacer trepar su caballo á un balcón para alcanzar una sonrisa, jugador de altura, dejando hasta el último peso en una mesa de juego, a propósito de una rifa, pronto á tomarse á tiros con el que lo busque, bravo hasta la temeridad y que concluye generalmente, después de uno ó dos viajes á Europa, desencantado de la vida, en alguna hacienda de la Sabana, de donde sólo hace raras apariciones en Bogotá. El cachaco es el tipo simpático, popular, bien nacido (como en todas las repúblicas, hay allí mucha preocupación de casta), con su ligero tinte de soberbia, mano y corazón abiertos. Pero el cachaco se va; yá los de la generación actual reconocen estar muy lejos de la cachaquería clásica del tiempo de sus padres, pero se consuelan pensando que las generaciones que vienen tras ellos valen mucho menos."
Y bueno, el cachaco desapareció, pero su aura persiste en el imaginario de los extranjeros que en la actualidad nos visitan: "Sí, es el bogotano un ciudadano cortés. Excesivamente cortés; por lo menos para mi gusto. Y mi malestar nace de la impostura que se esconde detrás de esas “finas maneras”. Hay mucho de pose, de modales premeditados en el perfil de esta gente. Uno agradece los gestos y las atenciones, pero en el fondo sabe que el “cachaco” no lo hace de corazón. Basta con ver lo repetitivos y automáticos que se vuelven cuando lanzan estas flores verbales". -Afirma el periodista venezolano Sinar Alvarado en una página perdida de la web
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